En 1895 doña Sara Braun contrata al arquitecto francés Numa Mayer, para proyectar y dirigir la construcción de su nueva casa, el llamado Palacio Sara Braun, en un terreno ubicado en la esquina norte frente a la Plaza, entonces un lodazal donde apenas asomaban los árboles recién plantados de la plaza de hoy.

Esta mansión de dos pisos, que recuerda la volumetría de los “chateaux” franceses de la segunda mitad del siglo XIX, se caracteriza por el juego de salientes y entrantes de sus fachadas, por los elementos neorrenacentistas que las decoran y por los remates de cuatro faldones y ventanas de mansarda que se elevan, a modo de techo de pabellones, en las cuatro esquinas de la techumbre. La fachada principal se destaca por un pórtico de columnas dóricas, adelantado con respecto a los planos de fachada. Esta posición genera en el segundo piso una terraza acotada por balaustres. Dos escaleras de trazo curvo, una a cada lado del pórtico, elevado éste al nivel superior del zócalo, dan acceso al vestíbulo de entrada.

La fachada poniente de la casa se distingue por la incorporación de un Jardín de Invierno adosado, cuya estructura metálica de hermoso diseño sobrepasa ligeramente la altura del primer piso, en tanto que en la elevación oriente, un gran bow-window prolonga hacia el parque la espaciosa Sala de Música.

En los vanos de ventanas, y fiel a los canones clásicos, el arquitecto distribuye frontones triangulares en el primer piso y curvos en el segundo. Las pilastras que modulan las fachadas, el cornisamento superior y sus ménsulas, los balcones y sus apoyos saledizos, los copones que rematan las esquinas del antetecho, la cantería de los parámetros y las elaboradas ventanas que se proyectan fuera del plano muy inclinado de la techumbre, enriquecen, pero con mesura, un exterior de sabor renacentista.

En el interior, el primer piso, que conserva en parte el rico alhajamiento original traído de Francia e Inglaterra, estaba ocupado por los salones, la sala de música, el gran comedor y la sala de billar. Dos salones tenían acceso al jardín de invierno. El segundo piso estaba reservado para los dormitorios. El piso zócalo alojaba la cocina, repostero y bodega. Esta distribución de espacios y su mobiliario, creaban un ambiente confortable y refinado, bajo un clima duro, a menudo adverso. En el jardín que rodea la casa, cerrado por una artística reja, y en el ángulo formado por la calle Bories y la plaza, se levanta un pequeño pabellón, circular, elegante decorativo. La ampliación que en 1906 se construye en el extremo norte de la casa y con frente a calle Bories, más sobria por la mayor simplicidad de su techumbre, se integra en perfecta armonía con el cuerpo original; mantiene su misma altura y los elementos de sus fachadas.

 



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